domingo, enero 29, 2012

Piloto de energía

A veces, más muchas que pocas, imagino como sería conducir un coche oxidado. El olor tiene que ser un tanto insufrible, pero qué bonito sentir algo entre tus manos que tiene tanta vida, de alguna u otra manera robada por el tiempo, pero no por ello menos vida. Y esa energía, casi torcida, respondiendo. Seguramente lo hará, aunque no fabriquen las piezas, la antigua escuela siempre resistió bien.  Pero lo que sí recuerdo es haber pensado durante años qué habría pasado si mi camino se hubiese recorrido paralelo al de otros, aparentemente triunfadores, mitos para mí, no tanto quizá, pero si más de lo que me considero. Haber ramificado mi árbol hacia otros lares que, por poblados, pensé que no tendrían cabida para mí. Ahora esos parajes frondosos, sí, frondosos, se ven desde mi perspectiva como inconquistables. -¿Es hora de saltar de árbol en árbol hasta encontrar otra manada? (Dijo él, sentado en su sillón roto, con sus gafas de pasta de mala calidad y entre humo cancerígeno). Mientras tanto, sigo aquí entre estas luces de neón, que a la par me ciegan y me aburren, me insensibiliza tanto ruido luminoso.  Algo es algo dijo un calvo al encontrarse un peine sin púas. No recuerdo haber dormido aquí esta noche.

domingo, enero 22, 2012

¡Flores, fiesta!

Es por eso que me mantengo despierto. Que me quedo siempre el último, bebo agua en la cocina, cierro mi puerta y así descanso. Porque mientras el mundo gire no puedo permitirme el lujo de perderme nada y que la gente haga su vida aparte de mí. Absoluto controlador, búho sin pupilas, inquieto, casi maldito diría yo. Y si algo me nubla, como recordatorio diré nunca des la espalda a los problemas que ves que vendrán. Mantente, no influyas, pero no sientas que hacen nada sin que tú seas plenamente consciente de ello. Porque lo odio, porque no puedo ni quiero que esto vuelva. Es un boomerang con el que no disfruto nada jugando. ¿Y sabes qué? Para que nunca vuelva, quizá fue mejor no lanzarlo, pero qué mas da quien dio el impulso, giró y giró y me dio de lleno en la cabeza. Por lo que aunque me puse mil tiritas, no puedo evitar mirar hacia arriba y ver un hilillo de sangre, no tan seca como creí. Hubo mucho tiempo en el que pensé que todo lo hacía bien.