"Qué imbécil. Fijaos en ese imbécil sentado en su banco, fingiendo hacer muecas porque está echando el bazo. Todo excusas. Ehh, que estoy hablando contigo, ¿me oyes? Claro que me oyes, es precisamente lo que te jode. Pobre gilipollas. Y lo peor es que aún te queda mucho por llorar."
No sé si estoy preparado para algo como esto. No quiero sellar ya cosas que puede que vengan o vayan, sí, estoy bien, es algo que equilibra, pero que no se ponga entre mis cejas porque conozco y sabré espantar las moscas con el rabo o con fuertes ladridos cual can. Y justo ahora cuando hay alguien al otro lado del teléfono me da por pensar lo bien que se está hablando en voz baja, pensando, no abriéndote, sabiendo que no destrozarás a otra persona más por tu inconformismo o tus ganas de no tener ganas de nadie. No es tanto así, son ganas de desear en la retaguardia, ese dulce sabor de pequeñas victorias. Me encantaba. Supongo que nunca podré ser feliz, vivir romances de película, vivir vidas, vidas tradicionales, esas que llevan todos, porque todos quieren lo que quieren con suficiente fuerza. Y yo, tonto de mí, gasto esfuerzos vanos enamorándome de sensaciones, de momentos, de subidas de tono en canciones, de caídas de ojos. De cosas inútiles, se ve que el mundo va a otra velocidad y, qué, que no. No seré de esos que tienen un álbum de bodas, tendré muchos momentos de los que no me acordaré porque vivo lo que no merece tal atención. Y lo hago y así soy. Yo solo quiero quererte cuando yo quiera, cuando huelo los naranjos y la sangre se me altera.

resulta inquietante descubrirte en las palabras de otros, pero más inquietante me resulta poder decirte que sin lugar a dudas, la postura que ahí se plantea es la más acertada, la más viva... la más realmente verdadera y auténtica.
ResponderEliminar